sábado, 20 de diciembre de 2014

Yoan Zamora: El soñador que alza su voz





Por: Magali Zamora
Fotos: Osvaldo Gutiérrez



Imprescindible en el pentagrama musical actual de la provincia de Ciego de Ávila, el trovador Yoan Zamora asume su profesión con la vehemencia que proviene del amor por lo que hace y una buena dosis de perseverancia, presentes en todos sus proyectos.
Las primeras canciones de su autoría nacieron en las aulas de la Universidad Martha Abreu, en Santa Clara, mientras cursaba la carrera de Licenciatura en Letras. La guitarra había llegado antes, a los ocho años de edad, a partir de la que su papá regalara al hermano mayor el día de su cumpleaños.
“Cuando me acostaba boca arriba en mi cama buscaba figuras que, por el resplandor de la luz de la sala, se formaban entre el nailon que cubría la guitarra, ya en desuso, y el chapapote que remendaba el zinc que nos servía de techo. Un día, sin saber, le pedí a mi padre que descolgara el amarillo instrumento, y me complació”.
En dos predios universitarios, el acercamiento a José Martí y a su vasta obra constituyó una fuente inspiradora para el incipiente creador, quien no vacila en afirmar que de esa fuente proviene, en parte, el humanismo que sirve de fundamento a sus canciones.
“No siempre fueron concebidas desde la mirada trovadoresca, sino que inicialmente las componía para una agrupación musical llamada Séxtasis, con la cual conocí la magia de subir a la escena de un teatro universitario repleto de estudiantes, y también de exigencias. Allí comenzó todo en serio”.
Confabulaciones
Una vez graduado, y de regreso a Ciego de Ávila, Yoan da curso a sus inquietudes artísticas mediante la peña Trovándote, un proyecto que funda, junto al realizador audiovisual Jorge Luis Neyra, y que significa el punto de partida para el Encuentro Nacional de Jóvenes Trovadores que cada año se celebra en la provincia, el mes de marzo, con la presencia de músicos de todo el país.
“Soy trovador, no porque me lo propuse, sino más bien por convicción, por querer encontrar un modo de decir que a la gente le llegara: así, guitarra y poesía se confabularon con mi voz”, dice  con la certeza de quien eligió sin arrepentimientos entre quedarse en la capital del país con la agrupación Séxtasis, más tarde Warapo, ejercer la profesión de filólogo o el periodismo, para lo cual cursó un diplomado acreditativo.
Tras quince años de vida artística, el compositor e intérprete se siente satisfecho con los resultados y con el apoyo de  la Asociación Hermanos Saíz y el Centro Pablo de la Torriente Brau.
“Gracias a la cooperación de esas instituciones realicé los conciertos en vivo Aguacero y Para que vuelvas, que se convirtieron en mis principales cartas de presentación”.
Tampoco ha faltado el respaldo de los medios de difusión, tanto de la radio como de la televisión, para dar a conocer su trabajo, donde son temas  recurrentes los sentimientos humanos y el amor filial, sin desdeñar lo social.
“Desde entonces hubo un cambio —asegura—, pues Villena me mostró un camino sincero, sobre todo en la defensa de los principios: me marcó su calidad humana y literaria, y en especial el altruismo dedejar a un lado su obra poética por la obra revolucionaria”.
Organizado a la hora de planificar su tiempo y quehaceres diarios para poder llevar a cabo varios proyectos de forma simultánea, Yoan siente la canción como una necesidad, de manera tal que hasta puede llegar a influir en su carácter el hecho de postergar demasiado tiempo una composición.
Pero, entre todas sus creaciones, hay algunas que guarda con especial cariño: es el caso de “Orfandad”, dedicada a su hija mayor que vive en Cienfuegos; y “Constelación”, donde, según explica, descubrió que en lo sencillo se puede encontrar la mayor grandeza.
Apuesta fuera de dudas
Amante de la familia y de su tierra avileña, por las cuales está dispuesto a sacrificar mayores posibilidades de éxito y promoción, Yoan apuesta por la canción trovadoresca, en medio de la avalancha de géneros musicales que hoy colma los espacios de difusión.  
“No soy de los que critica algún tipo de manifestación musical ni sus consumidores, porque considero son expresiones visibles que constituyen solo la punta del iceberg de asuntos que trascienden la cultura.
“La Casa de la Trova en Ciego de Ávila, con el respaldo de la Dirección Municipal de Cultura, y hace ya varios meses la Peña Cuerda Rota, en la Fundación Nicolás Guillén, de Morón, han sido una suerte de refugio que ha protegido a todos los que amamos la trova en esta provincia”.
Como creador se proyecta por encima de sus aspiraciones personales para contribuir a otros programas más colectivos y abarcadores, pues trabaja de manera sostenida desde hace cinco años en un Proyecto de Preservación del Patrimonio Sonoro de Ciego de Ávila con el apoyo de la Fundación Guillén, Musicávila y la avileña Biblioteca Pública Roberto Rivas Fraga.
“A partir de las experiencias de grabación del primer Encuentro Nacional de Jóvenes Trovadores, me he propuesto lograr que la memoria, como elemento esencial en la conformación de la identidad, prevalezca en mi territorio, y que las personas e instituciones entiendan su importancia y contribuyan a su salvaguardia”.
Igualmente, desde hace varios meses, se desempeña como vicepresidente primero de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Ciego de Ávila, desafío que asume como un compromiso de su generacióncon la actualización del modelo económico y social del país.
“La vanguardia cultural lleva sobre sí, además de la creación artística, la responsabilidad de sugerir alternativas que de manera coherente satisfagan las necesidades e intereses contextuales de nuestro pueblo.
“El arte permite ampliar horizontes, allanar diferencias, definir valores, y, como expresión humana, es mucho más que simple entretenimiento: constituye una vía a través de la cual se manifiestan la identidad, las tradiciones, la ética y la espiritualidad de nuestra nación”.
Mientras defiende con apasionamiento los presupuestos estéticos en los que cree, Yoan deja en reposo la guitarra un día más que otro, tal vez más de lo que quisiera, pero nunca olvidada.
Es una suerte de tregua fecunda, como él califica a este nuevo período de su vida, donde la creatividad supera la letra y armonía de una canción para convertirse en defensa de un proyecto social.
Sempiterno soñador, con su guitarra y sombrero, Yoan Zamora sobrepasa los escenarios y alza su voz, cada vez con más fuerza, a favor de la defensa y el desarrollo del patrimonio cultural cubano.
Sobresale también en el quehacer de este creador la musicalización realizada a los  poemas de Rubén Martínez Villena, hecho que lo llevó a profundizar en la vida y obra del poeta y revolucionario.
“Desde entonces hubo un cambio —asegura—, pues Villena me mostró un camino sincero, sobre todo en la defensa de los principios: me marcó su calidad humana y literaria, y en especial el altruismo dedejar a un lado su obra poética por la obra revolucionaria”.

Organizado a la hora de planificar su tiempo y quehaceres diarios para poder llevar a cabo varios proyectos de forma simultánea, Yoan siente la canción como una necesidad, de manera tal que hasta puede llegar a influir en su carácter el hecho de postergar demasiado tiempo una composición.
Pero, entre todas sus creaciones, hay algunas que guarda con especial cariño: es el caso de “Orfandad”, dedicada a su hija mayor que vive en Cienfuegos; y “Constelación”, donde, según explica, descubrió que en lo sencillo se puede encontrar la mayor grandeza.
Apuesta fuera de dudas
Amante de la familia y de su tierra avileña, por las cuales está dispuesto a sacrificar mayores posibilidades de éxito y promoción, Yoan apuesta por la canción trovadoresca, en medio de la avalancha de géneros musicales que hoy colma los espacios de difusión.  
“No soy de los que critica algún tipo de manifestación musical ni sus consumidores, porque considero son expresiones visibles que constituyen solo la punta del iceberg de asuntos que trascienden la cultura.
“La Casa de la Trova en Ciego de Ávila, con el respaldo de la Dirección Municipal de Cultura, y hace ya varios meses la Peña Cuerda Rota, en la Fundación Nicolás Guillén, de Morón, han sido una suerte de refugio que ha protegido a todos los que amamos la trova en esta provincia”.
Como creador se proyecta por encima de sus aspiraciones personales para contribuir a otros programas más colectivos y abarcadores, pues trabaja de manera sostenida desde hace cinco años en un Proyecto de Preservación del Patrimonio Sonoro de Ciego de Ávila con el apoyo de la Fundación Guillén, Musicávila y la avileña Biblioteca Pública Roberto Rivas Fraga.
“A partir de las experiencias de grabación del primer Encuentro Nacional de Jóvenes Trovadores, me he propuesto lograr que la memoria, como elemento esencial en la conformación de la identidad, prevalezca en mi territorio, y que las personas e instituciones entiendan su importancia y contribuyan a su salvaguardia”.
Igualmente, desde hace varios meses, se desempeña como vicepresidente primero de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Ciego de Ávila, desafío que asume como un compromiso de su generacióncon la actualización del modelo económico y social del país.
“La vanguardia cultural lleva sobre sí, además de la creación artística, la responsabilidad de sugerir alternativas que de manera coherente satisfagan las necesidades e intereses contextuales de nuestro pueblo.
“El arte permite ampliar horizontes, allanar diferencias, definir valores, y, como expresión humana, es mucho más que simple entretenimiento: constituye una vía a través de la cual se manifiestan la identidad, las tradiciones, la ética y la espiritualidad de nuestra nación”.
Mientras defiende con apasionamiento los presupuestos estéticos en los que cree, Yoan deja en reposo la guitarra un día más que otro, tal vez más de lo que quisiera, pero nunca olvidada.
Es una suerte de tregua fecunda, como él califica a este nuevo período de su vida, donde la creatividad supera la letra y armonía de una canción para convertirse en defensa de un proyecto social.
Sempiterno soñador, con su guitarra y sombrero, Yoan Zamora sobrepasa los escenarios y alza su voz, cada vez con más fuerza, a favor de la defensa y el desarrollo del patrimonio cultural cubano.

sábado, 11 de mayo de 2013

Soy un instrumento de mis canciones



Por Luis Raúl Vázquez Muñoz

No nació en Ciego de Ávila. «Fue en Santiago de Cuba, en 1976; en Mella, un municipio rural», especifica. Aunque enseguida aclara que, por su experiencia vital, se considera avileño de pura cepa y pone el primer argumento: a los 40 días de nacido sus padres lo trajeron para la Ciudad de los Portales.

No estudió música y hoy es un trovador reconocido en el país, condición en la que sobresale su labor como organizador del Encuentro Nacional de Jóvenes Trovadores, evento ya con ocho ediciones. Tampoco conoce el solfeo ni sabe leer las partituras y sin embargo, es capaz de pasarse meses componiendo una canción. Mucho menos cursó una escuela para aprender a tocar la guitarra, el instrumento que lo identifica como artista.

«Aprendí a tocarla a pura observación y experimentos —recuerda—. Silvio Moreira, un trabajador que tocaba la guitarra en los encuentros, fue el que me ilustró cómo hacerlo y yo me dejé llevar por el embrujo de sus cuerdas».

Hay muchos «no» en la vida de Yoan Zamora, joven artista, integrante de la Asociación Hermanos Saíz. Solo que esas negativas han alimentado el derrotero vital de un artista que ha sorteado innumerables obstáculos en su carrera profesional y ya posee un disco —Aguacero— y ha musicalizado poemas de Rubén Martínez Villena, una labor que considera como una de las experiencias más arduas y estremecedoras que ha debido enfrentar.

—¿Por qué la música sí se convierte en el camino de tu vida y no la Filología? ¿Cuándo se tomó esa decisión?

—En el tercer año de la carrera. Varios compañeros proyectábamos nuestro futuro después de la universidad. Todos teníamos dudas, aunque conmigo fueron concluyentes. «Contigo no hay problemas, dijeron, lo tuyo es la música». Fue una revelación.

—¿Acaso tú no compartías esa certeza de tus compañeros?

—No era una certeza sino más bien una afición. Integraba Séxtasis, un sexteto que llegó a merecer el Gran Premio en un Festival de Artistas Aficionados de la FEU. Había mucha pasión en el proyecto y en un momento tomamos una decisión: una parte se mantuvo en suspenso al concluir los estudios y dos abandonaron la universidad para irse con el grupo.

—¿A qué se debía tanta pasión por la música?

—Nos veíamos como parte de una nueva generación de trovadores en Villa Clara —la Trovantivitis le decían— y formábamos parte de una nueva necesidad musical que se gestaba en la sociedad cubana. Era algo que surgía y nosotros lo veíamos en la reacción del público. No sabíamos qué era. Hoy ese fenómeno se llama Música Fusión.

—¿A qué obedecía el surgimiento de ese nuevo fenómeno?

—A una necesidad de superar el boom de la música salsa. El público lo sentía y los músicos también. Eran los finales de la década de 1990. Se empezaban a buscar nuevas propuestas de modo muy sensorial, insisto en eso. Por otra parte Séxtasis era un auténtico grupo de fusión. Lo integraban dos filólogos, un estudiante de Derecho, otro de Contabilidad, un informático y uno de Lengua Inglesa. Por afinidades musicales éramos dos roqueros, un salsero, un baladista y otro adicto a la música romántica.

—¿Cómo se armonizaba tanta diversidad?

—Todos esos saberes se ponían en función del proyecto. En la universidad nos dieron un local y allí experimentábamos bastante. Cuando existía una encrucijada creativa, a veces la experiencia de un roquero y la capacidad comunicativa de un salsero daban la clave para seguir adelante en algún número musical. Con ese afán nos fuimos para La Habana, alquilamos un apartamentico y así empezamos a tener éxito.

—¿Y por qué te fuiste? ¿Por qué regresaste a Ciego de Ávila?

—Con el éxito empezaron a llegar nuevas exigencias musicales. Tampoco lograba sintonizarme con las exigencias de esa maquinaria que es el mercado y la producción musical. No entendía eso de ponerme de una manera en el escenario y colocarme la mano por acá a la hora de tomarme la foto de promoción. Además, empezaba a formar una familia y eso reconfiguraba mi vida. Fui el primero en salir del grupo. La decisión resultó difícil; algunos pensaron que era una broma. Séxtasis prometía mucho. Era tan prometedor, que hoy se conoce como Warapo.

—¿Por qué tú interés por la trova?, ¿en algún momento no has pensado en otro género?

—La trova es lo más cercano a mi personalidad. Soy un individuo necesitado de sedimentar las cosas. Yo pudiera ganar un poco de dinero en los hoteles de Cayo Coco. En algún momento lo hice por necesidad y si debo volver, lo hago. Pero ese ajetreo no se conecta conmigo. Contradictoriamente, en los inicios, sobre todo cuando volví a Ciego de Ávila, me veían como trovador y yo me negaba a aceptar esa condición.

—¿Algún escrúpulo?

—Ser trovador implica una condición estética. La trova tiene algo de mágico, una poética y una energía que debe transmitirse al público, y eso es lo que te otorga la condición de trovador.

—¿Hoy te consideras trovador?

—Creo que sí, con toda la responsabilidad que eso implica.

—¿Tienes algún método para componer tus canciones?

—No, ellas simplemente salen. Yo no las compongo, ellas son las que lo hacen.

—Entonces, como autor, ¿qué papel juegas?

—Muy poco, me parece que ninguno. Yo soy un instrumento de mis canciones.

—Una vez dijiste que la musicalización de los versos de Rubén Martínez Villena había sido uno de tus trabajos más arduos. ¿Por qué?

—Fueron 12 poemas, musicalizados en dos meses de labor ininterrumpida y en solitario. Enseguida descubrí la complejidad de los versos en su estructura y contenido. Había que buscar un camino para armonizarlos con la música sin que perdieran sus esencias. Entonces apareció su historia de vida, el mito convertido en realidad. Está la anécdota de Máximo Gómez cuando lo vio de pequeño y dijo: «Cuiden a ese niño, que en sus ojos tiene la luz plena de mediodía». De ahí salió una de mis canciones: Luz de mediodía. Está dedicada a él, tiene un carácter biográfico y la canté en Morón, en la Fundación Nicolás Guillén. Villena demostró la importancia de dedicar la vida a algo en lo cual tú crees sin importar las consecuencias.

—En los últimos años tú has sido uno de los organizadores del Encuentro Nacional de Jóvenes Trovadores en Ciego de Ávila, un proyecto que ha vencido no pocos obstáculos. De todos ellos, ¿cuál ha sido el más difícil de superar?

—La apatía. La ignorancia y el prejuicio se pueden superar; sin embargo, la desidia es algo terrible. Ese proyecto ha buscado abrir espacios a un tipo de música que no es muy divulgada en los medios de comunicación. Se ha hecho con la colaboración de un grupo de amigos, en especial de Jorge Luis Neyra, director de programas en la Televisión Avileña, y entre otras satisfacciones, al menos para mí, ha estado conocer al público avileño, que yo lo considero perfecto para la trova.

«En esta provincia se han realizado innumerables actividades culturales, en específico con la trova. En ocasiones ellas han tenido una divulgación nula y sin embargo han contado con un número considerable de personas, que saben escuchar de un modo muy inteligente y al mismo tiempo esperar la canción de su agrado, algo que en otros lugares no ocurre. De ahí la perfección de ese público, de acuerdo con mi experiencia».

—Tú has reiterado que no te gusta esperar a que las cosas surjan y si no existen, pues hay que crearlas. ¿No hay un poco de voluntarismo en esas palabras?

—Lo que hay es una perfecta racionalidad y una filosofía de vida. No soy de esas personas que quieren hacer un festival de poesía, lo anuncian y esperan sentados a que se lo organicen. Creo que esa es la génesis del fracaso de muchos proyectos culturales. Si no existen, los espacios se deben crear, lo cual no quiere decir que deban soslayarse las dificultades que aparezcan en el camino.

—Yoan, a tu regreso a Ciego de Ávila andabas sin sombrero. De pronto apareciste con esa prenda que te acompaña a todas partes, al punto de que ya es difícil concebirte sin ella. ¿Cuál es su origen? ¿Una recurso artístico, una necesidad de identificación? ¿Qué hay detrás del sombrero?

—Un consejo médico. Hace un tiempo me diagnosticaron disfonía funcional crónica, y al saber que tocaba de noche y a cielo abierto, una foniatra me advirtió: «Ojo con tu profesión». El sombrero apareció para protegerme del sereno. Luego me he adaptado, le he encontrado algunos encantos. Tengo una comunicación especial con él y lo he redondeado en un símbolo, que junto a mi familia es lo más importante y querido para mí. ¿Sabes cómo se nombra? Se llama Cuba.

lunes, 25 de junio de 2012

YOAN ZAMORA, UN “ACARICIADOR DEL ALMA”

Tan jugoso y dulce como la mejor piña avileña fue el concierto Para que vuelvas del trovador Yoan Zamora, quien estuvo acompañado de coterráneos  de la plástica y la literatura para reafirmar la vocación integradora de la creación artística que promueve el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.
De reconocimiento cultural y humano calificó Víctor Casaus, director del Centro Pablo, esta puerta abierta de A guitarra limpia para Zamora, en tanto, creador que además del desarrollo propio ha estimulado el de sus colegas de la canción en Ciégo de Ávila, a los que ha propiciado la cita con otros del país a través del Encuentro nacional de jóvenes trovadores, que anualmente se realiza en ese territorio de la región central de Cuba.

Presente en las palabras de Casaus estuvo la felicitación, en su escenario natural, a  Jaime Canfux, quien junto a Olimpia Calderón, de los estudios Ojalá, obtuvo el premio Cubadisco 2012 en la categoría de Grabación en vivo con el CD Variaciones, de Maykel’s cuartet,  igualmente galardonado como Opera prima.

Canfux, pilar de A guitarra limpia como dijo Casaus, fue largamente ovacionado en reconocimiento a su labor paciente, inteligente y profesional, en la grabación de todos los conciertos de este espacio.

También elogió a Maykel Elizarde y a los otros integrantes de su cuarteto, algunos de los cuales forman parte del trío Trovarroco, que sigue acompañando a Silvio Rodríguez en sus conciertos por los barrios habaneros, en los que el Centro Pablo ha estado presente con sus donaciones de libros y publicaciones.

Amenazado por la lluvia estuvo el concierto de Yoan Zamora, pero esto no frenó la asistencia de un entusiasta público entre el que se encontraba la profesora  Ana Llorente de Otis University en California, quien participó en el proyecto Compartiendo sueños junto a  diseñadores de Estados Unidos y Cuba, a fin de acortar distancias y estimular las respetuosas relaciones de amistad entre ambos pueblos.

Acompañado por músicos avileños dirigidos por el experimentado saxofonista Nelson Oney Peña irrumpió Zamora con su guitarra y melodías que acompañaron textos de gran contenido humano y poético, desde los motivados por seres allegados hasta aquellos que surgen de leyendas y otras tantas vivencias personales que por su modo de expresarlas dan sello a una lírica particular y distante de banalidades.